Los quistes ováricos son una afección ginecológica común en las mujeres, que puede ocurrir en cualquier edad, desde la infancia hasta la menopausia. Tanto las mujeres sanas como las embarazadas pueden desarrollar quistes ováricos. La prevalencia de quistes ováricos es de aproximadamente el 5-10% en la población femenina.
Los ovarios son los órganos reproductores femeninos que producen óvulos para la fertilización. Cualquier crecimiento anormal en los ovarios puede formar un quiste ovárico.
Un quiste ovárico puede ser una nueva formación de tejido o una acumulación de líquido dentro del ovario. Muchos estudios indican que la mayoría de las mujeres tendrán al menos un quiste ovárico en su vida. La enfermedad representa alrededor del 3,6% de las patologías ginecológicas, y en la mayoría de los casos, estos quistes son benignos, no causan daño ni presentan síntomas.
Los quistes ováricos se dividen en dos tipos principales: quistes funcionales y quistes orgánicos.
Quistes funcionales
Estos quistes se producen debido a alteraciones hormonales en los ovarios, sin cambios en la estructura del tejido ovárico. Hay tres tipos de quistes funcionales: quistes foliculares, quistes del cuerpo lúteo y quistes tecaluteínicos.
Los quistes foliculares son folículos que han madurado pero no se han roto para liberar el óvulo. El folículo continúa creciendo y puede alcanzar hasta 8 cm, causando retrasos en la menstruación. Los quistes del cuerpo lúteo se forman cuando el cuerpo lúteo continúa desarrollándose después de la ovulación, creando quistes de pared delgada llenos de líquido, que causan dolor y sangrado pélvico. Los quistes tecaluteínicos son comunes en pacientes con embarazo molar o cáncer de células germinales.
Quistes orgánicos
En estos quistes, hay cambios en la estructura del tejido ovárico, por lo que existe riesgo de malignidad. Los tipos de quistes orgánicos incluyen: quistes serosos, quistes dermoides, quistes mucinosos y endometriosis ovárica.
Los quistes serosos son el tipo más común. Son sacos llenos de líquido con paredes delgadas, generalmente benignos. Sin embargo, la presencia de proliferación vascular, papilas en la superficie o dentro del quiste son signos sospechosos de malignidad. Los teratomas (quistes dermoides) son el tipo más común de quiste de células germinales, que representan el 25% de los quistes ováricos, en su mayoría benignos, y pueden ocurrir a cualquier edad. La pared del quiste tiene una estructura similar a la piel y contiene cabello, huesos, dientes, glándulas sebáceas, etc., y es propensa a la torsión. Los quistes mucinosos representan el 20% de los quistes ováricos. Son quistes multilobulados, por lo que son más grandes que otros tipos de quistes. Contienen un líquido mucinoso espeso y amarillento, y a menudo se adhieren a los órganos circundantes. La endometriosis ovárica: el tejido endometrial crece en la superficie del ovario, destruyendo el tejido ovárico sano. El quiste tiene paredes delgadas, se adhiere a los tejidos circundantes y contiene sangre de color chocolate. El quiste generalmente causa dolor durante la menstruación y la adhesión puede bloquear las trompas de Falopio, causando infertilidad.
Las causas de los quistes ováricos incluyen: embarazo, endometriosis, infecciones pélvicas, antecedentes de quistes ováricos y antecedentes familiares de madre o hermana con quistes ováricos.
Los signos de quistes ováricos suelen ser silenciosos y asintomáticos. La mayoría de los casos se detectan durante un examen ginecológico de rutina o una ecografía. Los síntomas pueden aparecer cuando el quiste ha crecido y incluyen: dolor en la pelvis, la zona lumbar, malestar, distensión abdominal, dolor durante las relaciones sexuales y períodos menstruales irregulares. En caso de crecimiento rápido del quiste, distensión abdominal acompañada de pérdida de peso, anorexia y fatiga, son signos sugestivos de malignidad que requieren atención médica inmediata.
El diagnóstico de los quistes ováricos se realiza mediante la combinación de exámenes clínicos y pruebas de laboratorio. El diagnóstico clínico incluye la recopilación de información sobre irregularidades menstruales, síntomas de dolor y malestar en la pelvis, dolor durante las relaciones sexuales, dificultad para orinar, retención urinaria y estreñimiento. El diagnóstico por imágenes incluye ecografía, tomografía computarizada o resonancia magnética y análisis de sangre para detectar marcadores tumorales.