Un trauma es cualquier evento vital que suponga una amenaza para nuestra seguridad y que potencialmente ponga en peligro nuestra vida o la de otros. Como resultado, una persona experimenta un alto grado de angustia emocional, psicológica y física, que interrumpe temporalmente su capacidad para funcionar con normalidad en la vida diaria.
Ejemplos de experiencias traumáticas pueden incluir desastres naturales, como incendios forestales o inundaciones, presenciar un robo a mano armada, sufrir un accidente de coche grave, estar en un avión que se ve obligado a realizar un aterrizaje de emergencia o ser agredido.
Una experiencia traumática puede tener un profundo impacto en la salud mental y física de una persona. Estos efectos pueden manifestarse de diversas maneras, desde pequeños cambios en el comportamiento hasta problemas de salud mental más graves.
La respuesta al trauma depende del tipo y la gravedad del evento traumático, la experiencia o formación previa relacionada, el estado de actividad o impotencia, la cantidad de apoyo disponible después del incidente, otros factores estresantes actuales en la vida, la personalidad, el nivel de resiliencia natural y cualquier experiencia traumática previa.
Las reacciones comunes incluyen: sentir que se está en un estado de ‘hipervigilancia’ y ‘en guardia’ ante cualquier otra cosa que pueda ocurrir; sentirse emocionalmente insensible, como si se estuviera en estado de ‘shock’; volverse irritable y molesto; sentirse extremadamente cansado y letárgico; sentirse muy tenso y/o ansioso; ser muy protector con los demás, incluyendo a la familia y los amigos; no querer salir de un lugar en particular por miedo a «lo que pueda pasar»; alternar entre estas reacciones.
Estas reacciones son normales y, en la mayoría de los casos, disminuyen como parte del proceso natural de curación y recuperación del cuerpo en las semanas posteriores. Sin embargo, si estas reacciones persisten o causan una angustia significativa, es importante buscar ayuda profesional.
Las respuestas mentales al trauma incluyen: disminución de la concentración y la memoria; pensamientos no deseados sobre el evento; repetición de partes del evento en la mente; confusión o desorientación.
Las respuestas emocionales al trauma pueden incluir: miedo, ansiedad y pánico; shock – incredulidad ante lo sucedido, sentirse aislado y confundido; sentirse entumecido y aislado; no querer conectarse con los demás o volverse retraído con quienes le rodean; hipervigilancia continua – sentir que el peligro sigue presente o que el evento está en curso; decepción – después de que la crisis ha terminado, el agotamiento puede hacerse evidente. Las respuestas emocionales al evento se sienten en la fase de decepción, e incluyen depresión, evitación, culpa, hipersensibilidad y retraimiento.
La experiencia traumática puede dar lugar a respuestas físicas, que incluyen: fatiga o agotamiento; trastornos del sueño; náuseas, vómitos y mareos; dolores de cabeza; sudoración excesiva; palpitaciones.
Las respuestas conductuales comunes al trauma incluyen: evitar los recordatorios del evento; no poder dejar de centrarse en lo sucedido; sumergirse en actividades relacionadas con la recuperación; pérdida de las rutinas diarias normales; cambios en el apetito, como comer mucho más o mucho menos; recurrir a sustancias como el alcohol, el tabaco y el café; problemas de sueño.
Después de que el evento traumático haya terminado, puede encontrarse tratando de dar sentido a lo sucedido. Esto puede incluir pensar en cómo y por qué sucedió, cómo y por qué estuvo involucrado, por qué se siente como se siente, si las emociones que está experimentando dicen algo sobre usted como persona, si la experiencia ha cambiado su visión de la vida, y cómo. Dar sentido y comprender lo sucedido es una parte importante del proceso de curación.
Hay una serie de estrategias que pueden ayudar a una persona a afrontar las reacciones posteriores. Reconocer que ha tenido una experiencia angustiosa o aterradora y que va a tener reacciones ante ella. Aceptar que no se sentirá como usted mismo durante un tiempo, pero que con el tiempo pasará. Recordarse a sí mismo diariamente que tiene el control – trate de no enfadarse o frustrarse consigo mismo si no puede hacer las cosas tan bien o tan eficazmente como de costumbre. No abuse del alcohol ni de las drogas para ayudarle a sobrellevar la situación. Evite tomar decisiones importantes o grandes cambios en la vida hasta que se sienta mejor. Afrontar gradualmente lo sucedido – no intente evitarlo. No reprima sus emociones – hable con alguien que pueda apoyarle y comprenderle. Intente mantener sus rutinas habituales y mantenerse ocupado. No se esfuerce demasiado por evitar ciertos lugares o actividades. No permita que el trauma domine su vida, pero tampoco se apresure a volver a la normalidad. Cuando se sienta agotado, tómese un tiempo para descansar. Dedique tiempo al ejercicio con regularidad: ayuda a despejar el cuerpo y la mente del estrés. Ayude a su familia y amigos a ayudarle haciéndoles saber lo que necesita, como tiempo para estar tranquilo o alguien con quien hablar. Relájese: utilice técnicas de relajación como el yoga, la respiración o la meditación, o haga cosas que le gusten, como escuchar música o la jardinería. Exprese sus emociones a medida que surjan: hable con alguien sobre sus sentimientos o escríbalos. Cuando el trauma le traiga recuerdos o sentimientos, intente afrontarlos. Piense en ellos y luego déjelos a un lado. Si le trae otros recuerdos del pasado, intente mantenerlos separados del problema actual y trátelos por separado.