El BDSM es el acrónimo de Bondage (esclavitud), Disciplina, Dominación y Sumisión y Sadismo y Masoquismo. Describe prácticas sexuales que involucran dominación, sumisión y control, pero siempre basadas en el consentimiento mutuo. En otras palabras, el BDSM es una forma diferente de «amar», que genera excitación y permite explorar nuevos placeres en pareja.
El BDSM no es sinónimo de violencia o dolor. La clave reside en el consentimiento, la seguridad y la confianza entre las partes. Es una manera de expresar fantasías y deseos sexuales particulares de forma controlada y segura. Si el BDSM causa dolor o no depende de las necesidades y límites de cada pareja. Lo más importante es que ambos estén de acuerdo y se sientan cómodos con las actividades.
Para garantizar la seguridad y una experiencia positiva, las parejas deben seguir estos 5 principios del BDSM:
- Comunicación abierta: Compartir deseos, límites y aquello que les hace sentir cómodos o incómodos. Definir roles (dominante o sumiso) y acordar señales de parada.
- Señales de seguridad: Usar un «semáforo» o palabras clave para indicar el nivel de comodidad: verde (continuar), amarillo (desacelerar), rojo (parar inmediatamente).
- Preliminares cuidadosos: Comenzar con caricias, besos y estímulos suaves para crear ambiente e intensificar la conexión.
- Conocer las técnicas: Investigar las técnicas para evitar causar daño o molestias. Por ejemplo, saber cómo atar correctamente sin dañar los vasos sanguíneos o los nervios.
- Elegir los juguetes adecuados: Si se utilizan juguetes sexuales, optar por productos de calidad, seguros y que se ajusten a las preferencias de ambos.
Algunas prácticas comunes de BDSM incluyen: vendar los ojos, azotes ligeros, control de la eyaculación, mordiscos, ataduras y esposas.
Después de una sesión de BDSM, es importante cuidar el bienestar físico y emocional de ambos: ducharse, darse masajes, hablar, abrazarse… Esto ayuda a mantener la conexión y crea una experiencia positiva y saludable.